xoves, 6 de outubro de 2016

Un país de Ligas.

Como casi siempre al volver de un torneo, estoy efervescente. Y eso es bueno, aunque el mundo crea que es malo. Y lo cree, lector mío, lo cree, porque el mundo del jugger es, en general, terriblemente conservador. Si no, que se lo digan a Mike y su uniformidad. Esta efervescencia no se manifestará (de momento) en nuevas formas de torturar psicológicamente a equipos y jugadores, que hasta la maligna Comisión de Competición necesita descanso para valorar su maldad, pero sí me está haciendo darle muchas vueltas a los siguientes pasos a dar. Y, para ver hacia donde vamos, nada mejor que echar la vista atrás y ver lo que hemos hecho. Preguntarse -y, ahora, explicaros- por qué hemos hecho lo que hemos hecho.

Hace cosa de un año, se comenzó a trabajar en lo que, con el tiempo, cristalizaría como el Modelo de Competición, ese documento que se ha erigido para algunos en el Malleus maleficarum del jugger estatal y la encarnación de la destrucción del "Espíritu del Jugger". Ese documento -aprobado por unanimidad en la Asamblea de Representantes y que, previamente, había sido aprobado en la propia Comisión y en la Junta de Gobierno- llevó meses de trabajo por parte de un grupo relativamente grande de personas. Es fácil ver un documento de cinco páginas, anexos incluidos, y creer que se ha redactado en media tarde con un ColaCao Nesquik delante. Sin embargo, un análisis un poco más profundo -no mucho más, ojo- revela que es un documento que resume en pocas páginas todos, o casi todos, los aspectos de la competición. Requisitos para que un torneo sea FEJ, criterios de categorización, concesión y distribución de puntos, faltas máximas... en fin, es un documento bastante completo. Pero no estoy aquí para defender un documento que, en definitiva, ha sido aprobado por todas las Asociaciones presentes en aquella reunión tras ser trievaluado y que, hasta la fecha, sólo ha recibido una crítica con ánimo de mejora (Charly, guapo). Estoy aquí para contar la curiosa anécdota de cómo estuvimos a punto de condenar a las Ligas a la desaparición y por qué finalmente no lo hicimos.

Como digo, la creación del Modelo de Competición tuvo mucho trabajo detrás, muchas reuniones y muchos debates. Sabíamos que queríamos unificar el criterio para que la competición en España fuese algo estandarizado, pero lo que no sabíamos era por donde lo haríamos. Un análisis sencillo del viejo ranking -poco se reconoce el trabajazo que fue diseñarlo, montarlo y mantenerlo- arrojaba un dato contundente: el jugger era, y sigue siendo, un deporte de puntos, no de líneas. La mayor parte de los eventos, de los puntos y del interés se centraban y se centran en torneos de uno o dos días, sean estos de formato Abierto (se que os gusta el término Open, pero es un anglicismo inasumible, okey?) o Nacional. Las Ligas subsistían, pero tenían un interés llamativamente inferior. Fue en ese momento cuando se planteó por primera vez la pregunta: ¿Y si nos cargamos las Ligas?

Las Ligas de Jugger tienen una serie de problemas. El primero de ellos es su ámbito. Aunque la tendencia es agrupativa, las Ligas son, básicamente, torneos locales, en los que equipos de una zona pequeña compiten entre sí. Y, lamentándolo mucho, el mejor equipo de Vigo no es comparable al mejor equipo de Valencia, aunque se lleven los mismos puntos de Liga. El segundo de ellos es que son torneos básicamente excluyentes, que no permiten apenas competición internúcleos - que, en definitiva, es la esencia del ranking. El tercero y último de ellos es que su relevancia en el ranking era escasa frente a los torneos "normales" de entonces y que, a la hora de la verdad, no eran más que un Abierto muy dilatado en el tiempo, dado que su puntuación se daba exactamente igual que la de estos. Vistos estos hechos, la idea de cargarse las Ligas no parecía mala, en absoluto. Nos deshacíamos de un punto relativamente -re-la-ti-va-men-te- injusto y definíamos mejor el modo en que competíamos, que a la inmensa mayoría de los jugadores no les importa, pero a quienes tenemos que vender el deporte sí. 

Todas estas cosas dieron lugar a un animado debate en el que se argumentó mucho. Dado que fui la primera espada de las Ligas, me correspondió pensar -¡Vaya semanita!- cómo iba a defender las Ligas ante unos argumentos de peso y planteados por gente a la que no se convence con cuatro tontás. Y argumenté.

A mis ojos, los argumentos a favor de las Ligas son transitorios. En un jugger hipotético, futuro y perfecto, creo que las Ligas desaparecerán. O ellas o los torneos momentáneos, y me inclino más por las Ligas -partidos de cinco minutos, ya, a tu casa. Sin embargo, ese jugger hipotético, futuro y perfecto con el que algunos soñamos está lejos. El jugger actual está descompensado geográficamente, limitado económicamente y despreciado administrativamente. El vaivén de jugadores y equipos es grande, las fluctuaciones de gente también y, en ese maremagnum, las Ligas son un ancla. En primer lugar, permiten a las diversas Asociaciones organizar torneos propios, que parecerá una tontería, pero es algo importante mientras no subcontratemos estas tareas. En segundo, son en muchos casos el primer contacto con la competición de los nuevos jugadores, y facilitan la fijación de los mismos. Quieras que no, que un novato se haga 1000km hasta Casadiós del Cerro, provincia de Murcia, es más difícil que encontrarle jugando una Liga. Finalmente, considero que dan a los equipos "objetivos menores". Hace un rato hablaba con un compañero de equipo del tema y le decía que, entre un gran torneo y otro pasa demasiado tiempo, que da la falsa sensación de que queda mucho para mejorar y, de pronto, quedan dos semanas. Las Ligas son sitios en los que probar cosas nuevas, adaptar jugadores a una nueva disciplina y practicar cosas que luego levarás a los grandes torneos.  Todas estas cosas son, a mis ojos, beneficios de las Ligas que, a día de hoy, necesitamos. Y ojalá mañana no lo hagamos.

Finalmente, se decidió mantener las Ligas, dándoles incluso un peso considerable. El tiempo nos dirá si fue un acierto o un error, por supuesto, pero para eso estamos aquí: para aprender a hostias.

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Nunca he sido un tipo secretista con estas cosas. La práctica totalidad de mi trabajo, tanto para la Federación como para mi Asociación es público, aunque tampoco hago especiales esfuerzos en contar el Behind the scenes. No tengo ningún problema en escuchar, debatir e informar a quien lo pida. Considero que es mi deber y que, esté bien o mal hecho, nada de ello es vergonzante. Trabajo para vosotros, para todos.

Aprovecho para recordar a quien lea esto que el Modelo de Competición, como toda la normativa práctica de la Federación (reglamento, etc) son documentos abiertos que serán, con toda seguridad, modificados en el futuro en base a la experiencia. Aunque no tenemos por el momento plazos de modificación, como sí lo tiene el reglamento, escucho todas las sugerencias constructivas que recibo, me convenzan o no, respecto a cualquier parte del trabajo que realizo. Que si acepté una distribución abierta de puntos, puedo aceptar casi cualquier cosa.

martes, 16 de agosto de 2016

Un año de vuelo.

Hace aproximadamente un año, echamos a volar. Ha llovido desde ese 5 de Septiembre, cuando Vigo Ruins dejó de ser una broma que ponía nerviosa a la gente para ser un equipo que no ponía nervioso a nadie.


Desde el cuarto puesto y la rabia de la II Xabaril, nuestra primera vez vestidos de blanco a la euforia del oro de Santiago -el maldito oro de Santiago.


Las primeras dudas, la Lábaro como torneo de despedida, la frustración.


El crack. La renuncia al proyecto unificado, la tensión y el rencor merecidos. La caída de nivel, de ánimos, el duro invierno hasta llegar a Murcia, lejos, no ya de lo que queríamos, sino de lo que sabíamos que podíamos ser. Dejar de ser lo que quise por ser lo que necesitaba.


Las dudas, la determinación. La sangre nueva. Cantabria, el día y la noche, el fracaso de un primer día para olvidar y  la agonía del segundo. Poder dejar atrás todo el daño que nos hicimos para ser apoyo unos de otros.


Parar. Mirar lo que dejamos atrás. Mirar lo que tenemos y, finalmente, poder mirar hacia delante.


No soy muy dado a estas cosas. Pero no me arrepiento de no haberme rendido. No me arrepiento de haber creído que se podía. Porque aún no se puede, pero se podrá.


Entonces yo propuse Vigo Bruins, y Ferre respondió que, si eso, sería Vigo Ruins. Y nos reímos. Y hablamos de urracas que robaban guantes blancos. En cuanto al resto... bueno, el resto está por escribir.

martes, 26 de xullo de 2016

La cara y la cruz: VII Summer Cup.

Me echáis de menos y lo se. Nunca he pretendido defender que este blog -que no deja de ser un espacio personal- esté a la altura que, por constancia y/o interés, puedan tener otros, aunque siempre anima encontrarse a quien te dice "tío, hace demasiado que no escribes en el blog, deberías volver". Se lo achaco a que LCEDLP ha rebajado mucho su ritmo de contenido original y a que Aritz es un flammer, mientras que yo soy gordito, achuchable y con un acento gracioso. Jódete, cabrón, te robo hasta los tachados, da magpie is in da house. En cualquier caso, como creo que resulta evidente, no llevo una buena racha de tiempo y ganas, y el blog se ha resentido. Vuelvo a las andadas, como siempre cruzando los dedos porque dure el arreón, para hablar del último torneo que he disputado, la VII Summer Cup de Cantabria, "La Deseada".

Haciéndome cargo como me hago del esfuerzo que ha supuesto para muchos jugadores, me siento particularmente orgulloso de mi parte de responsabilidad en este asunto. Llevo dos años defendiendo el traslado de la Summer Cup bajo el argumento, tanto de la distribución geográfica, como de lo insalubre que es jugar a 40º, y un año defendiendo a Cantabria como sede. Aunque no es que Cantabria sea lo que más cerca nos queda (más o menos a la misma distancia de Madrid), el paso era necesario, y me alegro mucho de que se diera. En este torneo, muchas cosas estaban en juego, y no puedo negar un nerviosismo impropio de alguien que, teóricamente, no se jugaba nada en el éxito o fracaso del torneo. Sin embargo, la respuesta ha sido espectacular: siete de los diez equipos del Top 10 acudieron, con un total de 39 equipos y uno de los torneos más grandes de España. Esto, por qué no decirlo, me ha llenado de orgullo. Los gallegos estamos acostumbrados a los viajes largos, pero los sureños no, y debo agradecerles el esfuerzo que han hecho.

Entrando ya en materia, Ruins partía con cierto optimismo. Aunque Thara, nuestro último fichaje, no podría debutar - dijo algo sobre aceptar a alguien como su salvador y viaje barato a Polonia -, el resto sí podíamos asistir. Por desgracia, somos un equipo pequeño, y debíamos reforzarnos para ir en un número decente. Pau, de nuestros amigos barceloneses, Suricatos, y Porte, freelancer vigués, fueron nuestros refuerzos tras el Pardus interruptus (te quiero, Pardo, no lo olvides). Parecía suficiente, de modo que salimos de Vigo, rumbo a Cantabria. Por el camino, sin embargo -en el que convertimos un viaje de seis horas en uno de trece a base de paradas-, llegó la primera mala noticia: Koi tenía que volver a Vigo. Aunque, finalmente, forzó para jugar el sábado, era un mal presagio que empañó el camino. Una vez en Santander, y ya reunidos con Pau, nos fuimos pronto a dormir con la cabeza puesta en el día siguiente, donde nos esperaba un grupo teóricamente asequible compuesto por Verracos, Ragnarök, Cova Céltica y Pandapaches.

Abrimos la mañana contra Cova, en el derby vigués. Lo bueno y lo malo que tiene un partido que se juega tres días por semana es que nos conocemos de memoria. Pésima primera parte de Cova, que sigue jugando contra nosotros con un miedo irracional y que nos dio la ventaja suficiente para no tener que sudar para mantener la victoria en la segunda parte, a pesar de su notable mejora. Lo comenté con varios jugadores en el propio torneo, tanto referente a este partido como referente al de Ragna: si llegan a jugar contra jugadores con una bolsa en la cabeza y el nombre tachado con un rótulo blanco, ganan. Cova tiene que perderle el miedo a los nombres de los equipos para demostrar el nivel que realmente tienen. Por nuestra parte, tras la victoria, nos dirigimos al partido de Verracos, el "fun match" del torneo. La idea era no matarnos y aprovechar para aprender. En lo que a mí respecta, era la oportunidad de medirme a cazas de referencia y, aunque lamenté no tener a Álvaro enfrente, Mike y, en menor medida, Losa, cumplieron mis expectativas. Parecía que iba a ser un partido de trámite para ambos, pero entonces una mala caída hizo que Gaba se sacase el hombro. Eso nos dejaba sin caza, con un jugador menos y siendo cinco al día siguiente. La desesperación empezó a hacer mella y, entonces, llegó Ragnarök. Yo no se qué cona nos pasa a nosotros con Ragnarök, pero no somos capaces de jugar centrados. Tras verles jugar con Cova, deberíamos haber podido con ellos, pero ni por asomo. Entre que Ragna es Ragna y que nosotros estábamos tocados por la baja de Gaba, los coruñeses pasaron por encima de nosotros. Partido agradable y divertido pero, una vez más, la cabeza, nuestra asignatura pendiente. Otra vez será. Mismo guión, punto por punto, contra Pandapaches, y mismo resultado (no literal, pero para el caso tanto da). Considero que deberíamos haber sido capaces de quedar segundos en nuestro grupo, pero el caso es que un cuarto puesto nos dejaba sin opciones de acceder al ansiado Top 16.

Para redondear el día, debíamos competir con otros terceros, cuartos y quintos para aspirar a disputar los puestos 17 a 32, y decidimos emplearnos a fondo. Nuestros rivales fueron Ni Knights, Silvanos y Surferos del Ebro. El objetivo era clasificar como mínimo segundos, y lo conseguimos con victorias relativamente tranquilas sobre Ni Knights y Silvanos y derrota por un punto frente a Surferos del Ebro. Como nota al margen, a pesar de la rabia que nos dio esta última derrota -partido ajustado y entretenido-, resultó providencial para el día siguiente, como comentaré más adelante.

Segundos de grupo, nos asegurábamos el puesto 32 y deberíamos luchar al día siguiente por alcanzar el 17. Esa noche, sin embargo, ante las bajas de dos de nuestros siete jugadores y las molestias físicas de otros, planteamos la posibilidad de retirarnos del torneo. Las opiniones eran diversas pero, finalmente, Estéfano y yo decidimos quedarnos, mientras que Celia decidió marcharse. Eso nos reducía a cuatro, de modo que decidimos reventarnos al día siguiente. Contábamos con que la mayor parte de los equipos prefieren un cuatro para cuatro  antes que una victoria en superioridad numérica, y nuestra determinación fue conseguir que nuestros rivales se viesen forzados a salir cinco para doblegarnos. Con esa idea, nos fuimos a dormir y, a la mañana siguiente, nos levantamos deseando morir fuerte, dispuestos a morir en Astillero. Se nos acercó entonces Porta con una propuesta. Dado que Cova Céltica había quedado eliminada, nos ofreció a un jugador. Tras consultarlo, decidimos aceptar, a condición de no elegirlo nosotros. Consideramos en aquel momento -y creo que teníamos razón- que era injusto elegir entre quienes nos ofrecían aquella inesperada ayuda. Tres jugadores de Cova (Antón, Porta y Rober) se presentaron y disputaron a suertes quién jugaría con nosotros. Rober fue el ganador, y se unió a nosotros. Solicitamos permiso a organización para la cesión y a los equipos con los que jugamos, algo que todos nos concedieron, y empezamos el árbol eliminatorio.

He dicho ya que perder contra Surferos fue providencial. Por no-tengo-muy-claro-qué, había una rama del árbol abiertamente más sencilla que la otra. Todas, quede claro, eran un desafío para nosotros, pero dudo que hubiésemos alcanzado los resultados que conseguimos de haber estado en el otro lado del árbol, donde recaló Surferos del Ebro. Abríamos contra Pandapaches -¿En serio?¿Van a volver a apalizarnos?-, pero esta vez el guión cambió y pudimos imponernos. Quiero aprovechar para aplaudir sinceramente a Jugger Asturias y su colosal crecimiento y para felicitar a Sara, probablemente la jugadora que más me ha frustrado del torneo. Victoria y al siguiente, los santiagueses Nord Mead, partido que se preveía duro y que resultó en un encuentro divertido que terminamos por llevarnos. Para este momento, yo ya estaba dejando de jugar con cadena, porque mi hombro derecho estaba diciendo basta. Al tumor que me ha salido en el omóplato le llamo Tim. El caso es que empecé a jugar de corredor, disputando toda la segunda parte en dicha posición, algo que lejos de molestarme, me hizo cierta ilusión. Tras esta victoria, nos cruzamos con los coruñeses Espantapájaros -¿Dejaremos en algún momento de cruzarnos con gallegos?. Tras intentar jugar de cadena, y ante la violación anal que estaba perpetranto Darío sobre mi persona -Se que tienes truco, maldito, pero no tenía tiempo ni físico ese día. Ya me vengaré.-, volví al centro de la línea como corredor. El partido fue igualado, hasta el punto de que, a menos de diez piedras, íbamos empatados. Un punto perfecto dejó a todo Espantapájaros en el suelo y a mí corriendo hacia base con un "Se terminó" en la cabeza. Y, en ese momento, el horror: las piedras se detienen, el punto se acaba y empate en una fase en la que no se permitían. Se me cayó el alma a los pies de la idea de tener que jugar otra vez ese punto, y no puedo menos que aplaudir el enorme gesto de deportividad de Espantapájaros, que pidió que el punto se concediese al ser claro. Organización, sin embargo, no lo autorizó, y debimos repetir el punto. Por suerte, volvimos a anotar y, esta vez sí, se terminó el partido, uno de los más largos de mi vida. Es lo que pasa cuando estás gordo, que una carrerita te parece una maratón. Tras esto, nos esperaban Team Hunter, con quienes habíamos estado hablando un rato, evidenciando que nadie quería jugar realmente y bromeando acerca de jugarnos el resultado a piedra, papel, tijera. Los alicantinos, por su parte, hablaban bastante más en serio que nosotros, de modo que nos ofrecieron su retirada. Destrozados físicamente, aceptamos. Desde aquí, espero que nos crucemos un poco antes en otro torneo, porque me he quedado con las ganas.

Finalmente, un puesto 17 bañado en sangre, sudor, lágrimas y musculaturas destrozadas. Un puesto que habría firmado el jueves y que me supo a poco el Domingo. Pagamos en exceso el mal juego del Sábado y nuestra falta de frialdad mental, que podrían habernos dejado en el Top 16. Pero bueno, es inútil llorar sobre el jugg marcado.

Obviando el cansancio y al pequeño Tim, he de decir que me ha gustado el torneo. Aunque nada es perfecto, creo que los fallos organizativos vienen, sobre todo, de los errores de novato, pues es el primer torneo de este calibre que organiza Cantabria. Por contra, los organizadores se mostraron siempre dispuestos a ayudar ante cualquier problema y se dejaron la piel por hacer que todos los fallos se solventasen. Yo, personalmente, me marcho satisfecho con el torneo en sí, y me parece que es la opinión general. Espero no estar en la pola y ver sólo lo bueno.

Finalmente, os recomiendo estar pendientes, porque en los próximos días saldrá el nuevo ranking y... bueno, será interesante cuanto menos.

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Quisiera añadir unas palabras acerca de una lacra cada vez más frecuente en los torneos: los robos. Este torneo han desaparecido algunas cosas de valor, y eso me indigna como habitualmente. Sin embargo, no ha sido lo único, porque algún impresentable ha tenido los cojones de robar 900 euros, que eran el pago del autobús gallego de vuelta. Sepa usted, si me lee, que es una mancha en este deporte y en el ambiente de unión que se respira en los torneos. Ha robado a gente que, en muchos casos, tiene que hacer sacrificios para venir a un torneo "cercano", arriesgando su vuelta a casa, donde muchos tienen obligaciones. Si aún le queda a usted un mínimo de dignidad, hará llegar ese dinero a aquellos a quienes se lo sustrajo. Si ni eso le queda, espero que un día cometa usted un error y reciba el castigo que merece por su acto.

luns, 22 de febreiro de 2016

Lo que nada cuesta, nada vale.

La frase con la que abro esta entrada no es mía. Es decir, soy un frasecitas, y conozco bien el poder de las consignas, pero sobre todo soy terriblemente pragmático, y se reconocer una buena frase. Y esta, de mi amiga Martina, es una de las que más uso,  por la enorme  variedad de aplicaciones que tiene. Y aquí estoy, hecho papilla tras la IV Winter Cup - cuyo resumen va a tener que esperar un poco -, con la única intención de espumear un poco acerca de LA asignatura pendiente del Jugger: el arbitraje.

Decía que lo que nada cuesta, nada vale, y lo aplico sin dudar al arbitraje bajo una sencilla premisa: nadie quiere que le hagan trampas, pero al mismo tiempo, casi nadie está dispuesto a arbitrar bien.  Tengo la suerte y la desgracia de compartir buena parte de mi vida con Andrés Ferreiro, una de las personas más nazis con estas cosas que ha parido el territorio de la FEJ, y eso supone que hemos dedicado horas (y horas, y horas) a valorar este problema en concreto. Y yo, que siempre fui una persona muy aficionada a estudiar las sociedades, he dedicado bastante esfuerzo mental al tema del arbitraje. Resulta que a nadie le gustan las trampas. Llámalas jujas, llámalas fullas, llámalas cómo quieras. A nadie le gusta que un jugador rival no se agache cuando le golpeas, a nadie le gusta que un jugador al que pinea se levante sin respetar la piedra de pineo -animal mitológico por excelencia-, a nadie le gusta que no se cuenten las piedras, a nadie le gusta nada. Llevo, con este último, ocho nacionales a mis espaldas, menos que muchos, pero más que la mayoría, y no recuerdo uno en el que no escuchase quejas del arbitraje. Porque a nadie le importa que un jugador haga trampas porque hace trampas, le importa que haga trampas porque queda impune. Y aquí es donde entra el arbitraje. Que si el arbitraje en España es una mierda, que si vaya árbitros cabrones. Y, ya de paso, este equipo es de fulleros y toda la pesca. Todos conocemos equipos de tramposos, y sólo en un instante me vienen muchos nombres a la cabeza. Todos conocemos jugadores tramposos. No voy a entrar en si son o no equipos y jugadores tramposos, pero son equipos y jugadores que se han ganado una fama por X o Y motivos, muchas veces a raiz de equipos que perdieron con ellos. Crucificamos socialmente al jugador y al equipo tramposo, y no pretendo manifestar si esos equipos y jugadores son realmente unos tramposos o no, sino el hecho de que la comunidad les marca. Putos árbitros y putos fulleros, en definitiva.

Tendemos a olvidar que quienes arbitran no son un grupo de élite, especialmente entrenado para arbitrar Jugger. Tendemos a olvidar que carecemos de un Colegio de Árbitros adiestrados, imparciales y remunerados. Arbitramos nosotros mismos, y aquí es donde entra el problema. A la gente se la bufa el arbitraje. Simple y llanamente. Yo no me doy este viaje para arbitrar, sino para jugar. Así, arbitrar es algo que te toca, algo que haces a desgana. Llegas al partido que arbitras, esperas que pase rápido y, mientras tanto, pasas del tema. En esta Winter he visto de todo, desde árbitros que se pasaban por el forro la normativa arbitral, cuya diferencia con un cono era inapreciable, hasta árbitros más pendientes del Verracos-Overlords de al lado que de su propio partido. Esos árbitros que, estoy convencido, cuando un jugador no se baja ante un golpe suyo y el árbitro no dice nada, claman al cielo por un buen arbitraje. ¿Empieza a verse por donde voy?

El arbitraje tiene un enorme componente de respeto. Un árbitro no arbitra para sí mismo ni para el torneo, arbitra para los jugadores. Por eso debe estar atento a lo que arbitra, pues es el garante de que ambos equipos acatan el reglamento que ambos han aceptado utilizar. Si un árbitro pasa del partido, lo que está haciendo es faltarle al respeto a sus arbitrados. He visto también a árbitros que se positivamente que son capaces de arbitrar bien arbitrar de mierda en partidos "menores", como si no estuviesen a su altura. Quizás esto sea un tema aparte, pero no quería dejar pasar la ocasión de mencionar que eso es una doble falta de respeto. Estas cosas no suelen aparecer espontáneamente en la cabeza de los árbitros, y es un punto importante. El problema no es que un árbitro no vea algo, no somos perfectos, e incluso los mejores árbitros tienen errores de percepción, el problema es que la mayor parte de los árbitros no ven porque no quieren ver, o ven y aplican lo que quieren porque ni se han leído el reglamento. Todos queremos respeto, pero pocos estamos dispuestos a respetar.

Hace algo más de un año, mi equipo de entonces, Templarios Negros, empezó a sugerencia mía a entrenar arbitraje. Era un buen momento, en Vigo éramos cuatro o cinco equipos, jugábamos a campo único y teníamos descansos. Me pareció que era buena idea que, en lugar de descansar, entrenásemos arbitraje, y ese fue el inicio del modelo vigués de entreno con cinco árbitros. Esa idea, en principio egoísta, caló entre el resto de equipos y llegó a ser una costumbre, hasta el punto de que, a día de hoy, si no tenemos jugadores suficientes para dos equipos y cuerpo arbitral, Vigo no juega partidos. Y es duro, no lo niego, pero necesario, porque el arbitraje no se aprende por ósmosis. El arbitraje hay que enseñarlo y hay que practicarlo. A base de machacar a la gente en ese sentido, a base de tener siempre cinco árbitros en el campo, la gente se acostumbra a jugar con árbitros, lo que limita la sistematización de las trampas (si yo hago una trampa y no me la pillan, inconscientemente asumo que es algo que puedo hacer) y hace que la gente aprenda a arbitrar. No es un sistema perfecto, pero es lo mejor que se puede hacer con lo que tenemos. Veo con pavor cómo en muchos núcleos se entrena sólo con árbitro cuentapiedras, y cada vez menos, ante el auge de las piedras automáticas. Cada vez entrenamos menos arbitraje, y por eso cada vez arbitramos peor.

Me gustaría terminar esta entrada con una pequeña reflexión. Yo no soy un buen árbitro. Me cuesta decidir en según qué momentos, hay situaciones que me rebasan. Hay jugadores que me imponen y me pongo nervioso al arbitrarles, aunque no sea culpa suya y acepten sin problema lo que les diga. Tengo errores de percepción, errores de colocación, una enorme dificultad para recordar detalles (yo puedo ver que esa cadena que creías haber parado te ha dado, pero al final del punto seguramente no me acuerde de donde exactamente). Y, sin embargo, para España soy de lo mejorcito que te puede tocar como árbitro por el simple hecho de que arbitro con la cabeza en el partido aunque al lado esté jugándose el partido al que más ganas le tengo del torneo. Mejor no significa bueno, y un sitio en el que resulto ser de los mejores árbitros es un sitio en el que el arbitraje es una vergüenza.

Finalmente, y esta vez sí es verdad, me gustaría que esta entrada fuese leída y comentada. No por los laiks ni las lecturas, no por el dinero que no voy a recibir porque no tengo publicidad en el blog, no por incrementar la popularidad de un blog que escribo por mí y no por el resto. Me gustaría que se leyese esta entrada y se pensase un poco a qué me refiero. Creo que no es difícil ver que el problema existe y que es responsabilidad de cada uno hacer su parte. No mía, no de las organizaciones, no de la Federación.  El cambio que todo el mundo pide no llegará hasta que cada jugador cambie él mismo.


NdA: Debido a varias quejas ante la cita de equipos y jugadores, quisiera manifestar que se me ocurría una lista mayor de equipos y jugadores, pero elegí a aquellos con los que no había tenido problemas personalmente, precisamente porque no pretendía aprovechar esta entrada para lanzarle pullas a alguien con quien tuve problemas. Pensé, y parece claro que me equivocaba, que quedaba claro que mi intención era ponerlos como ejemplo de equipos y jugadores que ganaban fama de algo, no necesariamente de que lo fueran. No consideré que fuese ofensivo, más al contrario, pues creo que la redacción del post era hasta amable con esos equipos y jugadores. No obstante, este blog no tiene en ningún caso intención de ofender, de modo que, al sentirse ofendidos parte de los citados, edité la mención expresa a equipos y jugadores.

mércores, 3 de febreiro de 2016

Tenemos que aprender.



He practicado deportes muy diferentes a lo largo de mi vida, desde artes marciales hasta el sempiterno fútbol, por supuesto. Practicado quiere decir que los entrené, no que jugué dos pachangas en el recreo, quiere decir algo de seriedad. Sin embargo, sólo hay dos de estos deportes que considere que me han influido personalmente, y curiosamente ambos después de fracasar en su práctica: la esgrima y el rugby.


Practiqué esgrima durante mi último año de secundaria. Había sido uno de mis caprichos insatisfechos de infancia, que había sido imposible realizar en su momento, y cuando se dio la oportunidad de practicarla en mi centro de estudio no lo dudé. Me habría gustado continuar, y competir, y no se me daba mal pero, por desgracia, y tal como me dijo mi Maestro, había empezado mayor, y mis rivales me llevaban años de ventaja. Gané, a pesar de ello, alguna competición amateur, migajas en comparación con lo que algunos de mis compañeros de Club conseguirían, pues dimos varios campeones de España en categorías inferiores. Me enorgullece haber participado como compañero en la formación de buenos esgrimistas que llegaron a lo más alto y que cumplieron aquello que, por edad y trayectoria, yo no podía alcanzar. Dejé el sable en Bachillerato, al no permitirme mi centro continuar en las escuelas deportivas, pero mucho de lo aprendido entonces sigue siendo para mí un principio motriz.


Al contrario que la esgrima, el rugby fue un deseo más adulto. Me aficioné al rugby al final de mi adolescencia, afición que conservo, y sigo con gran interés los mejores torneos internacionales. Para mí, sólo hay en este deporte algo mejor que ver a Irlanda con una Guiness delante, y es jugar. Por eso, en mi primer año, me uní al equipo de mi Universidad. En esta ocasión el romancé fue aún más corto pues, si bien no tenía cuerpo de jugador de rugby -literalmente, demasiado gordo para los flacos, demasiado flaco para los gordos-, el problema iba más allá, debido a una tendinitis crónica en ambos hombros. Con demasiada regularidad, me hacía un daño terrible, y terminé por dejarlo ir.



Y luego llegó el Jugger. Yo estoy en este deporte rebotado, y lo reconozco. Me llamó la atención, me pareció interesante, pero sólo empecé a practicarlo porque los dos deportes que me habría gustado practicar me estaban vedados y no quería quedarme quieto. Reconozco, no obstante, que uno puede encontrar de rebote una vocación. Y yo la encontré aquí. Sigo teniendo mis limitaciones, claro está, pero realmente he llegado a sentirme a gusto deportivamente hablando. Por eso - y sólo por eso - me impliqué en el desarrollo de mi núcleo primero y de la Federación después. Porque, aunque a muchos esto les suene a chino, me gusta devolver lo que me dan.

Parece que me estoy yendo por las ramas, y efectivamente me fui. Pido disculpas, pero creo que esta introducción era necesaria antes de plantear la esencia de esta entrada: tenemos que aprender. Pero, ¿qué tenemos que aprender?¿Filosofía?¿Ecuaciones diferenciales de orden n?¿Macramé tibetano? No. O sí, eso es cosa vuestra. Pero, en este deporte, por y para este deporte, tenemos que aprender a aprender.

En los últimos tiempos, he llegado a la conclusión de que aplicamos al Jugger el término "deporte" con un liberalismo rayano en el autoengaño. No se trata de un término legal (también practiqué ajedrez y, por mucho que legalmente lo sea, nunca lo consideré un verdadero deporte), sino filosófico. El jugger no es un deporte, no porque el Estado no lo reconozca como tal, sino porque nosotros no lo tratamos como tal. Con honrosas excepciones, nuestros entrenamientos son algo cuasianárquico, no planificado y, en muchos casos, fotodependiente. Y esto es un absurdo.


Cuando practicaba esgrima, pasaron dos meses entre el primer día y el primero en que se me permitió coger el sable. La esgrima parece basarse en atacar y defender con un arma, pero es un deporte de piernas - cualquier novela en que aparezca esgrima postmedieval menciona el juego de pies -, y por ello no se nos permitió coger un arma hasta dominar los movimientos de piernas. Una vez empezamos con el sable, pasábamos la mayor parte del entrenamiento ejercitando movimientos. El sable se cogía al final, si eso. Y, en algunas ocasiones, y siempre al final, tirábamos un rato. Hasta los castigos estaban orientados, y se cumplían en forma de sentadillas. Estaba claro qué había que fortalecer, qué había que mejorar.

Cuando practicaba rugby, sí cogí balón desde el primer día. Los entrenamientos eran más completos, porque el rugby es, en general, más completo que la esgrima. Aunque había algunos ejercicios individuales, en su mayoría eran ejercicios coordinados, de pase, de jugada ensayada. En ocasiones, el entrenador separaba en "gordos" y "flacos", y cada grupo entrenaba por separado las cosas que se esperaban de ellos. Y, de nuevo al final, solíamos jugar una tocata - una versión light del rugby - durante no mucho rato.


Eso eran deportes. El Jugger no lo es. Carecemos - insisto en las honrosas excepciones - del más mínimo sistema de entrenamiento, de figuras importantísimas como el entrenador, que no sólo debería ejercer de director de entrenamiento y juego, sino también de psicólogo deportivo, carecemos en muchos casos de instalaciones y horarios definidos. Carecemos de lo que hace deporte a un deporte. ¿Cuantos lugares tienen un sistema de entrenamiento basado en algo más avanzado que "llegar y echar partidos"? Obviamente, los rondos no cuentan. Tampoco (que es una de las ideas más ilógicamente extendidas a este respecto) los entrenamientos físicos, que si bien son algo deseable si se montan bien, no constituyen en sí un gran progreso. Se me ocurren pocos, y ninguno en el que haya entrenado yo.

Esta entrada es una reflexión triste acerca de lo que podemos hacer y no hacemos. Requiere esfuerzo, requiere un trabajo específico y más horas a espaldas de las contadas personas que ya sacrifican demasiado porque el jugger avance. Pero es un esfuerzo que, considero, es impescindible si queremos llamar deporte a esto.

Tenemos que aprender a aprender.

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Agradezco especialmente al Club Ninjas Almoradí las fotos de sus entrenamientos, que considero ilustrativas del camino que debemos seguir.