martes, 16 de agosto de 2016

Un año de vuelo.

Hace aproximadamente un año, echamos a volar. Ha llovido desde ese 5 de Septiembre, cuando Vigo Ruins dejó de ser una broma que ponía nerviosa a la gente para ser un equipo que no ponía nervioso a nadie.


Desde el cuarto puesto y la rabia de la II Xabaril, nuestra primera vez vestidos de blanco a la euforia del oro de Santiago -el maldito oro de Santiago.


Las primeras dudas, la Lábaro como torneo de despedida, la frustración.


El crack. La renuncia al proyecto unificado, la tensión y el rencor merecidos. La caída de nivel, de ánimos, el duro invierno hasta llegar a Murcia, lejos, no ya de lo que queríamos, sino de lo que sabíamos que podíamos ser. Dejar de ser lo que quise por ser lo que necesitaba.


Las dudas, la determinación. La sangre nueva. Cantabria, el día y la noche, el fracaso de un primer día para olvidar y  la agonía del segundo. Poder dejar atrás todo el daño que nos hicimos para ser apoyo unos de otros.


Parar. Mirar lo que dejamos atrás. Mirar lo que tenemos y, finalmente, poder mirar hacia delante.


No soy muy dado a estas cosas. Pero no me arrepiento de no haberme rendido. No me arrepiento de haber creído que se podía. Porque aún no se puede, pero se podrá.


Entonces yo propuse Vigo Bruins, y Ferre respondió que, si eso, sería Vigo Ruins. Y nos reímos. Y hablamos de urracas que robaban guantes blancos. En cuanto al resto... bueno, el resto está por escribir.